Cuidados de la piel del bebé
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Consejos generales
Información sobre los cuidados de la piel del recién nacido
La piel del recién nacido y la del bebé presentan notables variaciones anatómicas y fisiológicas en cada etapa del desarrollo. Es importante conocerlas en profundidad para ofrecer el mejor cuidado en cada una de ellas
Teniendo en cuenta las particularidades mencionadas con respecto a las características fundamentales de la piel del bebé, los cuidados básicos de su piel son los siguientes:
Regla de oro para cuidar la piel del bebé
Con matices, hay una norma que nos sirve siempre en caso de duda: tratar la piel del recién nacido como si fuera sensible o reactiva, aunque no esté diagnosticada como tal. En dermatología hablamos de piel reactiva o sensible cuando la dermis es propensa a sufrir irritaciones, picores, sequedad, descamación, rojeces, sensación de ardor… ante estímulos cotidianos tales como frío, calor, viento, calefacción o exposición a agentes normales como tejidos, cosméticos, plantas, productos químicos… los pacientes con este tipo de piel pueden evitar los síntomas adoptando una serie de precauciones y usando productos específicos que son los que van bien para los bebés con piel normal.
Hidratación, fundamental para el recién nacido
Buena parte de las afecciones dermatológicas más comunes de los bebés (dermatitis del pañal, fisuras, irritaciones, costra láctea…) se evitan o resuelven con una buena hidratación. La piel del recién nacido es más propensa a resecarse y a reaccionar al entrar en contacto con ciertas fibras textiles o el propio pañal. Los productos hidratantes de los bebés deben ser muy emolientes, pero no demasiado grasos, ya que estos son muy oclusivos y pueden favorecer la aparición de infecciones cutáneas o la sudamina (inflamación de las glándulas sudoríparas y erupción en forma de gotas minúsculas por la retención del sudor). Los aceites vegetales añadidos al agua del baño hidratan sin taponar. Aplicados después del baño además facilitan el masaje relajante para el bebé.
Evitar los aditivos
Conservantes, perfumes y otros ingredientes habituales en la composición de productos para adultos pueden resultar irritantes para la piel del recién nacido. Por ejemplo, el propilenglicol se encuentra en multitud de cremas y lociones hidratantes y en concentraciones superiores al 5% puede irritar la delicada piel del bebé. Tampoco son aconsejables, por los mismos motivos, la metilisotiazolinona, el Lauril sulfato de sodio (SLS), el laureth sulfato de socio (SLES) y laureth sulfato de amonio, agentes para producir espuma que son muy comunes en geles, champús o pasta de dientes.
Protege a tu bebé del sol
Los bebés menores de seis meses no deben exponerse al sol jamás. De hecho, no es conveniente que antes de esa edad frecuenten playas y piscinas, ni siquiera, aunque estén debajo de una sombrilla, ya que el agua o la arena de la playa reflejan la radiación solar. A partir de esa edad las exposiciones deben ser muy controladas, durante poco tiempo evitando siempre las horas centrales del día y usando preferentemente barreras fotoprotectoras físicas, es decir, ropa, gorras, gafas… complementadas con cremas con un índice de protección solar muy elevado; mínimo 30.
Bañar al bebé todos los días ¿sí o no?
Esta es una de las dudas más frecuentes en las consultas de nuestra Unidad de Dermatología Pediátrica. La respuesta es que, efectivamente, hay que bañar al recién nacido a diario, salvo si el bebé es prematuro o existe alguna indicación pediátrica concreta al respecto.
El baño idóneo para el recién nacido
La temperatura del agua debe rondar los 37,5 grados. Puede parecer algo fría, pero es la más confortable para el pequeño y la más respetuosa con su delicada piel para no irritarla o resecarla.
La duración del baño no debe superar los cinco o seis minutos. Este tiempo es suficiente para lavar las áreas que necesitan mayor limpieza: la cara, el cuello, los pliegues del culete, los muslos o las muñecas y la zona del pañal.
No es recomendable usar esponjas ni jabones agresivos. Basta una pequeña cantidad de jabón líquido para bebés disuelta en el agua que aplicaremos con la mano aprovechando para acariciar y masajear al pequeño.
Debemos secar al bebé con una toalla tibia, mullida y suave de algodón dando pequeños toques sin restregar, poniendo especial cuidado en secar bien los pliegues cutáneos, ya que la humedad favorece la maceración, la aparición de pequeñas heridas y grietas, así como las infecciones por hongos.
«La regla de oro para cuidar la piel del bebé consiste en tratarla como si fuera sensible o reactiva, aunque no esté diagnosticada como tal»
Cuidados del área del pañal
Lo verdaderamente importante a la hora de mantener una buena higiene en la zona del pañal es retirar la suciedad y mantener la piel seca, de manera que las heces y la orina estén en contacto con la piel el menor tiempo posible.
No hay evidencia científica sólida que establezca que las pautas deban cambiar en las distintas edades pediátricas (neonato, lactante, niño pequeño…).
Generalmente, lo más adecuado es llevar a cabo la limpieza de la zona del pañal con agua tibia y jabón syndet (formulaciones suaves específicas para pieles delicadas; también conocidas como jabón sin jabón).
La limpieza del área del pañal siempre debe realizarse de delante hacia atrás y con un material muy suave que evite la fricción excesiva de la zona.
Es conveniente utilizar pañales con capacidad absorbente y transpiración adecuadas. Deben cambiarse frecuentemente a lo largo del día y lo antes posible después de cada deposición.
Es preferible utilizar una talla adecuada de pañal y evitar que quede muy ajustado.
Para reducir el riesgo de irritación en la zona, puede ser conveniente el uso de un emoliente después de cambiar el pañal. Este producto debe estar formulado en forma de pasta o pomada para facilitar su aplicación (mejor que en crema o aceite) y no deben contener perfumes, conservantes o antisépticos. No usar polvos de talco.
Costra láctea
Esta forma coloquial de llamar a la dermatitis seborreica del lactante se caracteriza por la aparición de erupciones rojizas cubiertas por escamas de caspa amarillenta en zonas localizadas del cuero cabelludo. En casos más llamativos pueden afectar a cejas, orejas, pestañas, pliegues del pañal, axilas… pero no es lo más habitual. En cualquier caso, no se trata de un problema relacionado ni con la falta de higiene ni tampoco es una afección contagiosa o de tipo alérgico.
No existe una causa clara acerca del origen de la costra láctea, que además no se produce con la misma intensidad en todos los bebés. Los expertos coinciden en que el sebo producido por las glándulas sebáceas, aunque no sea producido en gran cantidad, resulta irritante para la delicada piel del bebé.
Normalmente, la costra láctea desaparece por sí sola siguiendo los hábitos normales de higiene y lavando la cabecita del bebé con un champú suave que facilita el desprendimiento de las escapas. En casos más severos pueden usarse aceites minerales o vegetales (como el de almendras o el de borraja) para reblandecer la caspa y sacarla más fácilmente. Si la afección no desaparece o vemos que el niño está molesto, es necesario consultar con un dermatólogo que prescriba productos y pautas terapéuticas específicas; recurrir a remedios caseros o recomendaciones de personas no especialistas puede agravar el problema y poner en riesgo la salud del bebé. Tampoco es recomendable forzar el desprendimiento de las placas de caspa arrancándolas.
Descamación en los primeros días de vida
Se denomina descamación fisiológica y no reviste ninguna gravedad. Se trata de una renovación de la capa más superficial de la epidermis que ocurre cuando el bebé se adapta a estar fuera del útero materno. No tiene relación con la sequedad o la deshidratación y se resuelve por sí sola en torno a la segunda semana después de nacimiento, así que no es necesario usar cremas más untuosas o grasas ni tampoco aplicarlas con más frecuencia.
Acné del lactante y acné neonatal
El acné neonatal se origina en las dos primeras semanas de vida. Afecta más a niños que a niñas. Si el acné aparece a partir de los tres meses se llama acné del lactante. Recuerda al acné juvenil, aunque es menos inflamatorio. Se caracteriza por la aparición de pequeños granitos rojos, algunos con cebecita blanca (pus) que salen en la zona de la frente, la nariz, el mentón y las mejillas. Antiguamente se relacionaba con la leche materna, lo que hacía que muchas madres dejasen de dar el pecho a sus bebés pensando que estaban haciendo mal a sus pequeños. Este hecho no es del todo incierto, pues se relaciona con la estimulación de las glándulas sebáceas por las hormonas de la madre durante el embarazo tras el nacimiento.
Estas hormonas también pueden presentarse en la leche materna. Generalmente es transitorio, pero si persiste más allá de los tres meses, al estímulo de las glándulas sebáceas se añade la presencia de un microorganismo llamado Malazzesia; implicado también en otras enfermedades como la pitiriasis versicolor y la dermatitis seborreica, pero esto no ha sido completamente demostrado, porque Malasezzia forma parte de la flora normal de la piel. Con el tiempo se suele resolver y no es necesario medicar a los bebés como norma general.
Sudamina o miliaria
A veces se puede confundir con el acné del lactante, pero mientras que el acné solo aparece en la cara, la miliaria se puede ver en todo el cuerpo, especialmente en frente, mentón, los pliegues de la piel o la espalda.
La evidencia científica ha demostrado que la sudamina se debe a la obstrucción de las glándulas sudoríparas por culpa de la humedad o del calor. Cuando abrigamos en exceso al pequeño, sus glándulas sudoríparas segregan sudor, pero debido a la inmadurez de estas glándulas pueden proliferar algunas bacterias que provocan la infección y posterior obstrucción del conducto glandular, haciendo que el sudor no pueda salir y aparezca así el granito característico de la sudamina. Esta alteración es más frecuente en verano y suele desaparecer espontáneamente en unos días.
El tratamiento está orientado a aliviar las molestias y picores que pueden causar estos sarpullidos y consiste, fundamentalmente, en bañar al niño para mantener la piel limpia, secar muy bien las zonas afectadas y no usar cremas muy densas para no tapar los poros o productos que resequen la piel. Una vez más, es necesario recordar que no se deben usar polvos de talco.
Aunque la aparición de estos granitos no es grave, sí pueden ser molestos para el bebé que, rascándose, puede llegar a causarse heridas con riesgo de infectarse. Por ello, algunas pautas para prevenir la sudamina son:
- La temperatura de la habitación donde duerme el bebé no debe ser excesiva. Hablamos de unos 19ºC como temperatura ideal.
- No abrigar en exceso. Con eso de que el bebé no regula bien su temperatura corporal, existe una tendencia generalizada a asfixiarlo con prendas de abrigo y aunque es cierto que el termostato del bebé no es muy fino, no hay motivos para envolverlo en kilos de ropa. La norma general es vestirlo por capas y poner una capa más de la que llevamos nosotros, preferiblemente esta última de quita y pon para facilitar la adaptación a los cambios de temperatura.
- Fibras naturales. Algodón y lino son las opciones recomendables para la ropa de bebé. Estos tejidos son transpirables, suaves y seguros para los recién nacidos. Hay que huir del poliéster y de las fibras sintéticas.
- Cambio frecuente del pañal para evitar escoceduras, rozaduras, maceración e irritaciones en la zona. Higiene de la zona con agua templada poniendo especial atención en los pliegues, que luego secaremos muy bien sin restregar.
- Cuidado con los humidificadores. Un exceso de humedad unido a una temperatura ambiente elevada puede ser un factor precipitante de la miliaria.
Heridas: ¿tapadas o al aire?
El desarrollo normal del niño debe incluir juegos, deportes y actividades que le ayuden a descubrir y relacionarse con el mundo que le rodea. El problema es que esto acarrea ampollas, rozaduras, heridas, brechas y raspones que hay que aceptar y atender en casa la mayoría de las veces.
- Lavar. Agua y jabón son suficientes para eliminar la suciedad de la herida
- Desinfectar. Emplearemos un antiséptico común; clorhexidina o yodo, pero ojo ¡nunca juntos! Y teniendo en cuenta que la povidona yodada no debe usarse en menores de dos años. El alcohol y el agua oxigenada son demasiado agresivos para la piel, resecan y causan muchas molestias sin aportar un poder desinfectante mayor que los de los productos que hemos mencionado. Así que olvida eso de que “si te pica es que está haciendo efecto”.
- Nada de soplar. Nuestra boca está llena de bacterias que pueden llegar a la herida al soplar sobre ella, de forma que al curar una herida debemos ahorrarnos este gesto tan extendido.
- Tapar. Para favorecer la cicatrización y evitar la contaminación de la zona lesionada es conveniente cubrir la herida con un apósito quirúrgico transpirable, de tela para que no se pegue. Es decir, la idea de que “mejor al aire para que se seque” tampoco nos sirve. Las “tiritas” convencionales son de plástico y maceran la herida, por lo que no se recomienda su empleo.
- Vigilar. A las 24 horas destaparemos la herida para ver que no hay inflamación, dolor excesivo o pus. Cambiaremos el apósito a diario. En los niños es obligatorio este cambio frecuente porque suelen ensuciarse mucho más e iremos prescindiendo de él hasta que la herida deje de estar abierta. Con cada cambio de apósito, es recomendable lavar y aplicar antiséptico.
- Evitar. Tendremos que aleccionar al niño para que no se arranque las costras. Hacerlo dificulta la cicatrización y favorece las infecciones. Si la costra es muy grande y tira mucho porque está, por ejemplo, en una zona de flexión puede usarse algún antibiótico en crema o pomada para ablandarla.
Más información
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